Son restos de los árboles que formaban bosques en el pasado, tales como troncos, tocones, raíces, ramillas y piñas, que han permanecido en el suelo sin descomponerse. Los científicos los llaman “macrorrestos vegetales” y los consideran macrofósiles (aunque no sean fósiles en un sentido estricto). Se han encontrado en muchos sitios del norte de Gredos, en lugares donde hoy no hay bosques, indicando que antes sí los hubo. La mayoría de las troncas encontradas y analizadas son de pino, en concreto de pino albar (Pinus sylvestris). En algunas muestras no se ha podido distinguir entre el pino albar y el pino cascalbo (Pinus nigra).
La mayor parte de los habitantes de la sierra de avanzada edad conocen la existencia de estos restos y se refieren a ellos como “troncas”. Las conocen porque aparecen de forma natural en medio de una turbera o un trampal, o a veces en un cortado del prado junto a un arroyo. También han aparecido algunas cuando se ha excavado el terreno para alguna obra.
Las troncas, y otros restos vegetales encontrados en Gredos, son interesantísimas para los botánicos. Hay que tener en cuenta que, en el piso de montaña de Gredos (aproximadamente por encima de los 1.400 m de altitud), solo tenemos actualmente pequeños pinares, como el famoso de Hoyocasero, el de Navarredonda y los de Iruelas. Decimos “pequeños”, porque la superficie que ocupan es mínima respecto al territorio que hipotéticamente podrían ocupar de forma natural. Estos pinares de montaña los forman tanto el pino albar como el pino cascalbo. El resto del piso de montaña está cubierto de extensísimos piornales y prados, los primeros en lomas y los segundos en los fondos de valle. Por ello no es de extrañar que muchos botánicos hayan deducido que aquí no se dan las condiciones necesarias para el crecimiento de estos dos tipos de pinar. Algunos sugieren, incluso, que los actuales pinares provienen de antiguas repoblaciones artificiales. Las troncas -y los demás restos encontrados- son una prueba de peso (nunca mejor dicho) de que se habían sacado conclusiones erróneas.
Toda la información mostrada en esta exposición ha sido extraída de publicaciones científicas (en multitud de revistas diferentes). En todos estos trabajos se detalla, siguiendo el esquema ordinario para los artículos originales, los materiales y métodos utilizados, los resultados obtenidos, una discusión en la que se interpretan y comparan estos resultados con otros trabajos, las conclusiones y una lista de referencias (otros trabajos citados en el artículo). Algunos de los más citados son:
Los macrorrestos vegetales se conservan allí donde las condiciones del suelo impiden o ralentizan la descomposición orgánica, generalmente en ambientes con poco oxígeno (necesario para la descomposición bacteriana aeróbica), terrenos inundados, áridos o, a veces, congelados. Lo más frecuente es encontrarlas en sedimentos de lagos o en turberas.
Estas condiciones las encontramos en enclaves muy frecuentes en la sierra de Gredos: turberas, trampales, cervunales (normalmente cerca de un arroyo) y junto a lagunas.
En estos medios los sedimentos se acumulan paulatinamente, engrosándose con el paso del tiempo. Gracias a ello, podemos analizar series temporales. Si los aportes son rápidos las secuencias serán detalladas y pueden mostrar cambios en la vegetación y el medio ambiente.
Las turberas, por ejemplo, se forman frecuentemente donde hubo la parte frontal de un glaciar de valle:
Una turbera es un depósito encharcado en el que se acumula material orgánico de origen vegetal. Se producen en suelos donde la descomposición de la materia orgánica es más lenta que el aporte de restos vegetales.
Son suelos con baja concentración de oxígeno, acidez elevada y escasez de nutrientes, sobre todo de nitrógeno. Las plantas que viven en las turberas han resuelto la escasez de nitrógeno de formas muy curiosas: viviendo en simbiosis con hongos o con bacterias o, como la atrapamoscas, captándolo directamente de las presas que atrapan en sus hojas. La especie más común en la turbera es el musgo del género Sphagnum.
La abundancia de turberas en Gredos se debe a una combinación de factores. Por un lado, existen muchas depresiones encharcadas en los valles de origen glaciar. Por otro, los suelos arenosos que se asientan sobre granitos impermeables. También influyen el frío y el aporte de agua de neveros y manantiales.
Para poder saber a qué especie pertenece una tronca es necesario que la descomposición no haya borrado la estructura celular y, afortunadamente, las de Gredos están relativamente bien conservadas y permiten este tipo de análisis. Para ello se extraen de la tronca láminas muy delgadas, de menos de 20 μm (micrómetros o milésimas de milímetro). Las láminas se hacen siguiendo tres planos de la madera (transversal, tangencial y radial). Después se aplica una tinción y se observa al microscopio, identificando la muestra mediante claves o comparándola con material actual.
Las troncas de Gredos (110 troncas y 32 piñas) han sido identificadas en su mayoría como Pinus sylvestris o sylvestris-nigra (pues a veces no es posible distinguir entre ambas especies).
También se ha encontrado:
Mediante el método de datación con carbono-14 se puede conocer la edad de muestras orgánicas fósiles con edades inferiores a 40 mil años. El carbono-14 es una variedad (un isótopo) del carbono ordinario (carbono-12). Se forma cuando un rayo cósmico transforma un átomo de nitrógeno molecular, el principal constituyente del aire. Tiene la interesante propiedad de ser inestable (radiactivo), pues al cabo de cierto tiempo se transforma de nuevo en nitrógeno.
El carbono-14 reacciona con el oxígeno del aire para formar dióxido de carbono. De esta forma natural se transforma en radiactivo solo uno de cada mil millones de átomos de carbono presentes en el aire. Es poco, pero suficiente para que se pueda medir.
Por otro lado, mediante la fotosíntesis, las plantas incorporan el carbono del dióxido de carbono a moléculas orgánicas, incluyendo los átomos de carbono-14 en la misma proporción que hay en el aire. Los animales, al comer las plantas y a otros animales, también incorporan la misma cantidad de carbono inestable... mientras están vivos. Al morir, la cantidad de carbono-14 irá disminuyendo paulatinamente, pues recordemos que es inestable. En concreto, cada 5.730 años se habrá transformado la mitad. De este modo, si analizamos una muestra para determinar su composición relativa de carbono-14 y carbono-12 podemos inferir la edad que tiene.
Un dato: cada datación cuesta entre 300 y 400 €.
De la sierra de Gredos se han estudiado cerca de 240 troncas y se ha realizado datación de 24 (círculos blancos en el mapa), obteniéndose una antigüedad de entre 400 años la más reciente, encontrada en Navarredonda, a ¡6.500 años! la más antigua, en Hoyocasero.
La ausencia de fósiles desde hace aproximadamente 800 años en todo el macizo apunta hacia una drástica reducción (o incluso desaparición) en muchos sitios de los pinares en torno a esa fecha.
Si las troncas extraídas para tomar muestras han llegado hasta nuestros días gracias a unas peculiares condiciones del terreno, su extracción debería iniciar su degradación. Por ello, una vez realizados los análisis pertinentes y debidamente etiquetadas, todas han sido guardadas en cámara frigorífica a 2 °C en la Unidad Docente de Botánica de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Montes, Forestal y del Medio Natural (Universidad Politécnica de Madrid).
El pino albar o pino silvestre, Pinus sylvestris para los botánicos, es un árbol de tronco recto que puede alcanzar 30 a 40 m de altura y ramas en el tercio superior del árbol, cuando crece en condiciones adecuadas. En terrenos pedregosos o venteados la altura y el porte son más pequeños y muy variables. Tiene fuertes y potentes raíces que hacen muy raro que el viento lo pueda derribar. El rasgo más llamativo posiblemente sea su corteza anaranjada en la parte superior del tronco, corteza que se descama continuamente a lo largo de toda la vida del árbol.
Sus hojas son cortas, de 3 a 6 cm, delgadas, rígidas y punzantes, de color verde glauco. Las piñitas son de 3 a 5 cm de largo.
En la península Ibérica aparece principalmente en los sistemas montañosos Pirenaico, Ibérico y Central.
El pino cascalbo, Pinus nigra de nombre científico, es un árbol que puede alcanzar 50 m de altura y 2 m de diámetro del tronco. La corteza en los árboles adultos forma placas de color gris plateado.
Las hojas de los cascalbos de Gredos son muy largas comparadas con los de otras zonas, llegando a 20-25 cm. Las piñas son pequeñas, pero ligeramente más grandes que las del pino albar.
En la península Ibérica crece sobre todo en suelos calizos de zonas montañosas de la mitad oriental.
Un interés adicional que tienen los pinares montanos de Gredos es que ambos, albares y cascalbos, tienen aquí los bosques más occidentales de sus respectivas áreas de distribución natural. O, dicho de otra manera, no existen en el mundo pinares de estas especies más al Oeste.
Además, los pinos cascalbos gredenses son bastante atípicos para su especie. Primero, porque aquí viven en suelos ácidos (procedentes de los granitos bajo el suelo) mientras en el resto de la península viven en suelos alcalinos. Segundo, porque sus hojas son mucho más largas que las de los cascalbos orientales (20 cm o más las de Gredos frente a los 15 cm de máximo normales para la especie). Por estas y otras peculiaridades, los taxónomos no se ponen de acuerdo en la subespecie a la que pertenecen.
Las troncas se han encontrado en un amplísimo territorio, en las cuencas altas de los ríos Tormes y Alberche, delimitado por las sierras de Villafranca, la Serrota, la Paramera y el macizo central de Gredos. Es un paisaje que hoy no tiene casi vegetación arbórea, con pequeños rodales de pino albar y roble, y que está dominado casi exclusivamente por piornales (de varias especies) y pastizales.
Los yacimientos se encuentran entre 1.100 y 1.840 m de altitud. Son tocones (algunos en posición de vida), troncos de hasta 5 m de longitud, ramas y raíces, que aparecen de forma natural por deslizamiento de tierras o por actuaciones realizadas por el hombre.
Los pinares de pino albar y cascalbo que han llegado hasta nuestros días aparecen en forma de bosquetes o salpicados por las laderas meridionales.
Como ejemplares sueltos aparecen a altitudes de entre 1.200 y 1.500 m, entre pinares de pino negral, melojares y matorrales. El pino albar es algo más frecuente que el cascalbo, y en muchas localizaciones aparecen mezcladas ambas especies. Algunos ejemplares presentan portes majestuosos y alcanzan edades más que respetables, rondando los 350 años.
Como bosques continuos solo aparecen en la vertiente septentrional. De Este a Oeste, tenemos:
El pino cascalbo se dispone generalmente en la franja inferior y media del área ocupada por los pinares de montaña, mientras que el pino albar suele ocupar las zonas media y alta.
Superponiendo en un mismo mapa los pinares actuales y las localizaciones de las troncas, llama la atención la enorme diferencia entre la extensión que debieron tener los pinares y la que tienen ahora.
Además, en la inmensa mayoría del territorio donde ya no hay pinares de montaña ahora solo crecen piornales, de escasísima utilidad para el hombre. La riqueza económica que generarían los pinares de montaña para los pueblos del alto Tormes y el alto Alberche podría suponer un punto de inflexión en su paulatina pérdida de población. Supondrían, además, una cantidad importante de carbono fijado, contribuyendo a mitigar el calentamiento global.
De este repaso histórico de las visitas de naturalistas y botánicos se deduce que hay una diferencia de criterio en la interpretación de los pinares de montaña de Gredos:
Afortunadamente, el persistente goteo de datos aportados por trabajos científicos ha propiciado que, por fin, aparezcan tímidas referencias a los pinares de montaña en la descripción que los botánicos actuales hacen de la sierra de Gredos. Así, aceptan ya como naturales los pinares albares en roquedos como los de La Rubía.
Las abundantes turberas y las lagunas de origen glaciar del norte de Gredos esconden otra fuente de información sobre la vegetación pretérita: los registros polínicos.
Durante la floración de cualquier planta se producen millones de granos de polen, con un fin evidentemente reproductivo.
Pero algunos granos pueden acabar, llevados por el viento, en un frigorífico natural: las turberas. Éstas mantienen sin descomponerse los granos de polen gracias a las condiciones de frío, humedad y, sobre todo, la falta de oxígeno (las mismas condiciones que preservaron las troncas); además la cubierta externa de los granos de polen es de una resistencia extraordinaria.
Pero, además, las turberas crecen en espesor año tras año hasta alcanzar grosores de varios metros. Como es lógico, las capas más antiguas son las más profundas y, en el caso de las turberas de Gredos, su edad se remonta a ¡6.000 años!
Se han realizado unos 30 estudios paleopolínicos en Gredos y otras zonas montanas de la provincia, algunos incluyendo dataciones precisas por carbono-14, con lo cual tenemos un conocimiento relativamente amplio del clima y la vegetación en los últimos 6.000 años.
Lo más notable es la importancia de los pinos, presentes en todos los yacimientos y en toda su profundidad, por lo que la vegetación estaría dominada por pinares. También habría importantes rodales de abedul y al menos de robles. Hace entre 1.500 y 2.500 años el bosque da paso a un paisaje más abierto, quedando pinares en masas aisladas, desaparecen los abedules y aumentan un poco los robles.
En orillas de ríos y en terrazas las muestras se pueden tomar directamente. Para las turberas se necesita una herramienta especial, la “sonda rusa”, semejante a un sacacorchos gigante con un tubo para recoger muestras de unos 50 cm de profundidad en la parte inferior (el cabezal). En terrenos más profundos la sonda se va alargando añadiendo varillas entre el cabezal y el mango superior.
Las muestras se protegen con film transparente en cámaras a 4 °C. Llegado el momento del análisis, se dividen en porciones y se ordenan según su profundidad. En cada porción se separan y concentran al máximo los granos de polen, mediante filtros, ataque químico con ácido y otras técnicas.
El concentrado de granos se observa al microscopio y se cuentan los granos de cada especie hasta un total de 400 aproximadamente.
Por último, para datar el perfil se realizan análisis de carbono-14 a porciones de diferentes profundidades.
Tras el recuento de los pólenes de todas las muestras de un yacimiento se elabora un diagrama polínico.
En el eje horizontal se presentan las especies encontradas y la gráfica muestra el porcentaje respecto al total, es decir, su abundancia relativa.
En el eje vertical se indican la profundidad, la edad estimada y las dataciones obtenidas.
Estudiando los anillos de crecimiento de árboles viejos podemos obtener información sobre su crecimiento anual, pero, además, si disponemos de suficiente número de árboles, del clima de épocas pasadas. Se han hecho estudios sobre los anillos de crecimiento (estudios dendrocronológicos en lenguaje técnico) en el puerto del Pico, Piedralaves, Casavieja, Navarredonda de Gredos y Hoyos del Espino. La edad de los ejemplares vivos más viejos supera los 350 años.
La cronología elaborada con los pinos albares de Gredos abarca hasta principios del siglo XVIII y se han encontrado ejemplares con unos 250 años de edad. La cronología con pinos cascalbos es especialmente completa en los ejemplares de El Arenal.
Además, se han podido analizar los anillos de crecimiento de algunas de las troncas halladas en la sierra, generando un registro discontinuo, que se inicia hace más de 2.700 años y llega hasta casi el 1200 de nuestra era.
Comparando el crecimiento anual de los pinos de montaña con datos climáticos podemos saber si están relacionados. En Guadarrama, donde hay abundantes pinares de montaña, está ubicada la estación meteorológica de Navacerrada. Pues, efectivamente, se ha observado que gran parte de la variabilidad del crecimiento está relacionada con el clima. Podemos suponer que dicha relación se extiende hacia atrás en el tiempo y, por tanto, las cronologías nos sirven para inferir el clima pasado.
Así, los últimos 300 años presentan un panorama climático heterogéneo y habría sido el siglo XVIII el más variable, con condiciones más desfavorables para los pinos que los dos siglos siguientes.
Los incendios forestales naturales han contribuido a modelar y seleccionar la vegetación de la sierra de Gredos desde tiempos muy remotos. En los últimos milenios, además, el fuego ha sido utilizado por el Hombre como herramienta de manejo del paisaje, por lo que puede considerarse también un elemento cultural.
Sea cual sea su causa, un incendio suele dejar huellas en los sedimentos del suelo. Es un fenómeno muy interesante para los paleobotánicos: algunos fragmentos de la vegetación leñosa no se queman completamente, sino que se carbonizan; estos carbones son mecánicamente frágiles y se desmenuzan con facilidad pero, sin embargo, son químicamente muy estables, pudiendo resistir enterrados en el suelo sin alterarse muchos años. Al contrario que las troncas o el polen, no necesitan condiciones muy especiales para conservarse.
Los fragmentos de carbón se pueden incorporar al suelo por la acción de plantas y animales. Si el suelo no es erosionado ni se remueve o altera intensamente (por labores agrícolas, por ejemplo) podemos encontrar algunos de estos testigos de la cubierta vegetal leñosa. El estudio de los carbones presentes en los suelos se conoce con el nombre de “pedoantracología”
Se marcan unos puntos de muestreo en función del territorio que se pretende estudiar; en zonas de montaña es muy común marcar los puntos a diferentes altitudes para poder observar variaciones en los pisos de vegetación.
En cada punto de muestreo se toman varias muestras de tierra por cada nivel de profundidad (cada muestra de varios kilos). Se tamizan para clasificar las partículas por tamaños, pues solo los trozos de carbón de más de 0,8 mm de diámetro permiten ver tejidos vegetales y permiten identificar la especie. Para ello se comparan con muestras de maderas actuales.
Para poder comparar e interpretar los resultados, la cantidad de carbones obtenidos en cada punto de muestreo se relaciona con la de suelo extraído. Esta relación se llama antracomasa (como la cantidad es pequeña se mide en miligramos de carbón por cada kg de suelo). Algunos de los fragmentos identificados se datan por el mismo método que las troncas (carbono-14), lo que permite establecer cronologías en los conjuntos de carbones.
Recientemente se ha aplicado esta técnica en la sierra de Gredos, con la intención de aportar nuevos datos y matices a las preguntas sobre la distribución de los desaparecidos bosques montanos gredenses. Los resultados obtenidos en el estudio efectuado en la garganta de Las Pozas han permitido establecer nuevas hipótesis sobre el límite altitudinal superior de los pinares montanos:
Los escritos con información sobre la presencia y evolución de los bosques en Gredos no se remontan más allá de la Edad Media. Muchos de ellos tienen otra finalidad y solo describen la cubierta vegetal de manera tangencial.
Los más interesantes son las ordenanzas municipales, las actas de compra y venta o los archivos de las casas señoriales. Gran parte de estos documentos están recogidos en la extensa colección Fuentes Medievales, de la Institución Gran Duque de Alba.
Del pinar de Hoyocasero se tiene referencia ya en el siglo XII y a partir del siglo XV las referencias son muy abundantes.
En 1250 encontramos una nueva referencia a bosques, en un documento de la iglesia tratando sobre la “Tierra de Pinares”, comarca que incluía “Naualengua, Naualmoral, El Berraco, Sancta Maria del Tiemblo, El Burgo del Fondo...”.
En 1275 se describe como “poblado de pinar” el “lugar que es gran montaña” del concejo de Burgohondo, en unas gestiones sobre terrenos donde labrar y coger pan. En 1294 aparece una nueva referencia a los pinares de Burgohondo en una exención de tributos a los monjes de su monasterio.
Referencia obligada en la historia forestal ibérica, el Libro de la Montería fue escrito probablemente en la primera mitad del siglo XIV. De la descripción que hace de la comarca se puede deducir que la vegetación arbórea dominaba el paisaje, citando robledales, encinares, alcornocales y pinares.
En las ordenanzas municipales de Piedrahíta de 1405 se habla del “Pinar de Piedrahíta” y se constata su destrucción:
“... por cuanto el pinar de Piedrafita es destruydo e se va más a perder de cada día por las faltas que fazen los de la tierra, que cortan el dicho pinar e lo van a vender a otras partes...
[...]
Otrosí, ordenamos más que, por quanto de cada año se faze grand daño en los fuegos que se aprenden los pinares, por quanto se queman todos los pinos chicos que nascen, e aun los grandes, por lo qual viene grand daño a los dichos pinares...”
En 1417, también en las ordenanzas de Piedrahíta:
“... ordenamiento en razón de la madera que los concejos de La Sierra han de traer a la dicha villa de Piedrahita, cada año, para reparamiento y proveimiento de los edificios y obras que se hicieren en la dicha villa de aquí en adelante...”
Y se citan los pueblos y la cantidad y manera de traer la madera a Piedrahíta:
En 1530 encontramos otra referencia interesante:
“(sobre una petición que llevaron ciertos vecinos del lugar de Navarredonda, los Hoyos del Espino y Pimpollar) ...por el temor de las dichas ordenanzas no está previsto el remedio contra un daño muy grande que en los dichos pinares se hace, que es el desventrar de los pinos por el pie, lo qual se hace de esta manera: muchas personas de los pies de los pinos albarranes y grandes sacan tea, y de esta manera sacan los corazones de todos los pinos; y como los árboles son grandes y están desventrados por los cimientos y los vientos vienen recios, se caen muchos pinos, de donde se producen grandes daños a los pinares, y como por las ordenanzas de esta villa este hecho no está previsto, no se puede castigar.”
En la documentación medieval de Piedrahíta hemos encontrado 34 referencias a pinar, 17 a madera, 13 a leña, 8 a robles y avellanos, 5 a encina, 5 a escobares, 4 a tea y pez, 3 a fuego en bosques, 3 a piornales y 2 a fresno y quejigo.
La ausencia de fósiles desde hace aproximadamente 800 años en todo el macizo apunta hacia una drástica reducción (o incluso desaparición) en muchos sitios de los pinares en torno a esa fecha. Este hecho genera varias cuestiones: ¿cuál fue la causa de esta desaparición? ¿Fue natural o debida a la acción humana? ¿Ocurrió de forma paulatina o en un corto espacio de tiempo?
La ocupación humana se inició en la edad del Hierro, cuando un pueblo de origen celta, los vettones, ocupa la parte más occidental de ambas mesetas. Vivían en castros fortificados situados en lugares estratégicos, como los de El Raso al sur de Gredos y Ulaca, en la Paramera. Su economía se basaba en la ganadería y el pastoreo, por lo que su influencia sobre el medio natural tuvo que ser apreciable.
Ya en el siglo I AC los castros son destruidos por los romanos y sus pobladores obligados a trasladarse a las llanuras. Gredos quedaría casi vacío, pues no ofrece nada de interés a los romanos, que buscan metales preciosos y producción de cereales principalmente. Quedarían pequeños asentamientos de pastores. Este despoblamiento continuaría durante los siglos de ocupación árabe.
Hay que esperar hasta el siglo XII para que se reinicie el poblamiento de Gredos, ya bajo el dominio cristiano del alfoz de Ávila. No sería una ocupación tranquila, pues el territorio era objeto de guerrillas entre los caballeros cristianos y los musulmanes de Talavera. Y aquí aparece la primera alusión a la destrucción del bosque:
“Para mejorar la situación táctica (..) se recurrió en 1143 a prender fuego a los montes que se extendían por más de 125 leguas. A esta acción se la conoce en la historia de Ávila como «El incendio de la Sierra»”.
En el siglo XIII la frontera con los musulmanes se aleja hacia el Sur de la península, y esta estabilidad permite la ocupación de las cabeceras del Tormes y el Alberche. Así aumentaría considerablemente la destrucción de los bosques, pues la forma de ocupación era su quema y posterior roturación, como atestiguan las numerosas referencias a términos como quemado, carboneras, ahumada, toconal o rozas.
Además, los caballeros castellanos abulenses, ya sin guerras que librar, se convierten en caballeros ganaderos. Alfonso X les concede grandes privilegios, muchos relacionados con la posesión de ganado. Posiblemente sea entonces cuando comienza el movimiento anual de ganado desde los pastos de verano en la montaña a los de invierno en los valles.
Pero posiblemente los pinares aún cubrieran grandes extensiones, por la terminología que empleaban para referirse a la comarca (la sierra y los pinares) o la toponimia del Libro de la Montería.
En el siglo XV encontramos muchas referencias a pinares en las ordenanzas municipales, en las que también queda constancia de su destrucción por sobreexplotación (“que cortan el dicho pinar e lo van a vender a otras partes”). El aumento de la población al final del periodo medieval supone la esquilmación de los bosques. No queda madera y la leña escasea.
Prospecciones realizadas en la sierra en busca de carbones fósiles en el suelo muestran efectivamente la incidencia del fuego en diferentes lugares y en diferentes épocas.
A mediados del siglo XVIII se hace en Ávila el primer catastro (la Magna averiguación fiscal para alivio de vasallos y mejor conocimiento del reino), conocido posteriormente como Catastro de Ensenada. Los pinares de montaña que describe son los que han llegado hasta hoy (Navarredonda y Hoyocasero), con menor superficie incluso que la actual.
San Esteban del Valle organiza anualmente unas jornadas científico-divulgativas y de sensibilización medioambiental, en las que intentamos sumergirnos en temas científicos relacionados con la conservación de los valores naturales de la sierra de Gredos.
Las primeras jornadas, en 2017, versaron so¬bre las troncas y los antiguos bosques de Gredos. Las segundas, en 2018, se centraron en la flora de montaña y las diversas amenazas a las que se enfrentan sus poblaciones naturales. Las terceras, en 2019, se dedicaron a los reptiles y anfibios de Gredos. En 2020 y 2021 no se pudieron celebrar por la pandemia de SARS-CoV-2 y pretendemos retomarlas en cuanto dispongamos de presupuesto suficiente.